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lunes, 14 de julio de 2014

La invisibilidad de lo evidente

Conforme pasan los años, las tendencias se olvidan, y los pensamientos se renuevan, sufrimos de una especie de negación a la propia percepción animal que nos es dotada desde nuestra venida al mundo.
Para ser más claro, quiero mostrar como lentamente nos vamos encasillando cada vez más en las sendas de la mente, pretendiéndola de hacer las veces de sentidos organolépticos y de razonamiento a la vez; de este modo, negamos lo que nuestros sentidos perciben en un primer plano y enseguida comenzamos a buscar detalles racionales a la materia concreta o abstracta que ocupa nuestro alrededor, con una marcada tendencia a preferir lo oculto o lo parece no tan claro para analizar.
Si aún no soy lo suficientemente claro, me explayaré con un ejemplo básico que contiene en esencia la ciencia de mi argumento.
Supongamos que un común transeúnte camina por una calle repleta de locales variados con coloridos carteles de neón, éste, valido principalmente de la técnica que expresé anteriormente, pondrá atención primero a los locales con carteles de mediano tamaño que atraen cualquier primera atención, y luego pasará enseguida a cualquier local pequeño que se hallase aparentemente inadvertido, ignorando casi totalmente los grandes neones que ocupen la mayor parte del espacio, considerándolos tal vez demasiado evidentes e indignos de análisis.
Es por este motivo que hoy en día lo que a simple vista nos parece demasiado simple, es lo que en verdad es demasiado simple. Pero no nos conformaremos con esa simpleza, buscaremos en los más recónditos lugares de nuestro objeto de observación, le daremos tantas vueltas para descifrarlo que al final, será el misterio más grande con el que nos hayamos encontrado jamás.

Es momento de retomar las percepciones claras. Muchas veces lo simple, es realmente simple.

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