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sábado, 27 de julio de 2013

Lizette y Luxcet

De pronto me hallé sumergido dentro de una vida devastadora y cruel, en el ardid de mi juventud, sufriendo los desvarios de una mente delirante. Ser invisible era doloroso, incluso dejar de existir para aquellos a quienes amaste.
Pero algo en mi mente cambió, como una madurez que cuan filo de acero rasga y da muerte a la tierna inocencia que solo buscaba ser feliz: Un niño en mí había muerto con el frío de la vida real.
Me sentía infranqueable, y por alguna razón, ser invisible no era razón de depresiones, estaba en una vida que pocos conocen, y que nadie ve. Eso me hacía sonreír, mas no por sentirme solo, sino que esa soledad se había arrimado a mí, y ahora, éramos mejores amigos.
Era como un objeto gastado, pero a su vez, orgulloso de su antigüedad y de ser obsoleto. A mi alrededor, ahora sólo existe energía, energía para usar a mi propio modo, pues solo cargo mi propio peso.

martes, 23 de julio de 2013

Lizette y Luxcet

¿Y quien sos para hablar de perdón?
¿Qué fuerza ostentan tus manos para obligarme a subyugar mi espíritu?
He sido quien he querido ser, he obrado como he creído justo, lamento si eso contradice con tu moral y vuestras leyes mortales, pues a mí me guía mi propia voluntad. ¡No podes derrotar con palos y piedras lo que hace años se forjó!
Hablan de odios antiguos, como un escudo para la dogma de tus propios pecados, sólo caerás, y no estaré allí para ti cuando tu propio desprecio te consuma, puesto que vos me expulsaste de tu ser, y yo no volveré a vos con las manos atadas. Muerto, antes que reclinado.

lunes, 22 de julio de 2013

Algo nuevo

(I)
El mundo sigue
el espíritu calla
un invierno más

(II)
Frío que habla
viento que grita veloz
árbol que cae

(III)
Hojas heladas
tronco pétreo cristal
sin esperanza

(IV)
Ave sin suelo
batiendo grácil ala
emprende vuelo

Años esperando

Y así, años esperando, esperando que ocurra lo que quiero que pase, esperando el comienzo de la sonrisa preclara.
Y así, años esperando que aquel me salude, que el otro me sonría, que aquella demuestre algún sentimiento por mí, o que aquellos decidan estar en mi vida.
Y así, años esperando que el infierno deje de arder y que el reino celestial baje a mis pies. Así, así como un maremoto que arrasa las costas, que poco a poco, se transforma en una ola más.
Y así, años esperando impaciente la llegada de un amigo, esperando impaciente la llegada de alguien que me quiera por lo que soy.
Y así, años esperando que la dama que posee mis pensamientos decida acompañarme....
Y así, años esperando lo que nunca va a llegar, aquello por lo que una vana esperanza se matiene de pie frente a los rencores del odio.
Y así, años esperando, es como aprendí a no esperar. La esperanza otrora brillante, ahora se ahoga en una fosa abisal.
Y así, como un viento, pasó. Pasaron los años, pasaron las esperanzas, pasó la juventud.

jueves, 11 de julio de 2013

Agujas

El susurro secreto del filo punzante, agujas arraigadas que se clavan en el corazón haciéndolo sangrar como fiera sufrida bajo el torrencial azote de una lluvia de disparos propinada por el cazador.
El pánico de permanecer secreto, sin hablar, tragar y conservar la congoja hasta que nada más queda dentro de uno sino agonía.
La destrucción y la devastación que como hallarse en desolado páramo, nos pierde.
Ésta es la proclama de mi final, señores.
Un final que dará comienzo a otra cosa, o un final que cuan libro, sólo invitará a la reflexión sin fundamento.
Aquí, atravezado directo en el centro por agujas envenenadas, agujas de hielo, escribo las palabras del final.
Lo que se dio, se termina, como ave que atraviesa el cielo con sus guadañas escondidas, todo pasa.
Pasa como cristalina agua rozando la catarata, como la ardiente lava bordeando el volcán. Lentamente, con violenta merced, termina.
Luces que se apagan, telón que se cierra, espectadores que se retiran. Es tan solo el efecto de las agujas que osadas hirieron el corazón.
Con los arietes indicados se puede tirar abajo hasta el más férreo y poderoso castillo. En mí, los arietes son agujas, y el castillo es mi alma.
Viviendo siempre a expensas del viento, a la intemperie del bienestar colectivo transcrito como un servidor de la sociedad.
Tu fuiste mi inspiración, lejana... Tu fuiste mi cómplice, apartada... Tu fuiste mi mano derecha, hundido..
Todo fue un aguja, cuya fiera punta abrió gélida las compuertas de mi ser, a razón de la inmortalidad de un abrazo, tan espantoso como la bóveda del infierno.
¡Adiós!

miércoles, 3 de julio de 2013

Hikari (光) III - IV

III
Golpea y hiere como hacha el dolor que siento
Sin ti, mi ave, el tiempo pasa más lento
cuando escucho tu voz, noto que se va mi aliento
Y decirte que soporto tu ausencia, que no pienso en vos, sé que miento.
Incluso en un mundo guerrero y desolado
agradeceré que mi mente me haga volado.
Es un defecto el cariño que te tengo
que mi corazón en tu presencia es rengo
y sin piedad de él me vengo
creando la pasión del sufrimiento
la sensación del espanto.

IV
Formóse un día en el alejado mar, cuando su blanca espuma y su cristalino volumen mostraron su forma. Moldeada por los vientos sutiles.
Al nacer, su mirada encendió mi alma.
Al nacer, su cabello nubló mi entendimiento y,
al nacer todo su ser, descubrí la calidez.
Cuan implacable Afrodita de oro, ella captó mi atención tras un manto de pureza y verdad.
Mi papel, el de un aventurero y simple observador que desde la oscuridad observa su brillo con clara admiración. Un corazón que exhorta, una mente que prohibe.
No existe belleza más fuerte y verdadera que aquella que al alma reconforta, es esa belleza invisible para nuestros ojos.
Es esa la belleza más poderosa de Hikari. Su externa y fogosa hermosura es sólo una compuerta para su florido interior.
Así, y así y es Hikari.

Hikari (光) I - II

I
El suave arrullo de su respiración que cuan bosque agudiza mis sentidos, su fragante desliz de un crimen que se concreta en porciones de vidrio sobre el pavimento. El brillo que el sol brinda a los espejos en el el alba y que les quita el ocaso.
Su rostro que angelical regalo de los dioses mora en nuestra tierra plasma sobre los seres la alegría, la paz interior, el espíritu renovado de un alma grata.
El buscador, aquel innato descubridor de cosas y observador constante, ha encontrado a su Diosa.

II
Ella, un ave que razando el cielo reverberó su graznido en el mundo. Su calor derritió las paredes del frío pánico interior. Sus plumas acariciaron la áspera conciencia de mi soledad, su corazón destruyó las torres del odio.
El ave se posa sobre su nido y observa orgullosa.
Mi posición ella captó y su mundo siguió, el mío cambió.
Los colores de su cuerpo que cuan arco iris pintan el cielo como un halo de lujuria y ternura infinita. Se eleva y desciende como los párpados de un ojo dolido.
Su vuelo se transcribe como un cristal de agua cuyo movimiento esparce perlas brillantes sin un ápice de perturbación, carentes de amparo, reluciendo sus facetas.