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lunes, 29 de diciembre de 2014

Los ojos sobre el alba

Podría comenzar esto con una pregunta, y sería lo más acertado, pues ¿Qué sé realmente? y he ahí una pregunta.

Soy una boya flotando en el mar de las satisfacciones, se abren para mí mil caminos y senderos. Pero sobre mis ojos se tiende el velo de la angustia por la pérdida.
¿Es realmente necesario seguir con eso? No me llevo lo que quería, no me llevo nada, sigo persiguiendo lo que vendrá pensando que tal vez podría arrojarme al mismísimo infierno con los ojos abiertos y no sentir una pizca de dolor, aunque el intenso fuego del abismo me rodee con sus fervorosas lenguas.

Y entonces, la nada: el vacío. Sin embargo del vacío surge la materia, sin materia no habría una nada.
En el momento menos esperado, ahí está, la nueva esperanza se encuentra en pañales.

jueves, 11 de diciembre de 2014

El avance del espíritu

Posiblemente estas desventajas estén atosigándome, sin embargo algo no deja de despertar en esta noche de los párpados.

¿Acaso no sentís las palabras de los vientos esta gloriosa tarde aniversario de la angustia?

Renazcamos pues, mi vida, vayamos al sol para quemar las últimas alas que nos quedan intactas. El fénix no renace hasta consumirse completamente.

¡Sos inspiración para los vidrios que ven mis ojos, sos cristal de las más dichosas risas y lo más letales pesares!

jueves, 4 de diciembre de 2014

Desahogo vespertino

¿Cómo puede dejar de percibirse?

Vivimos en una sociedad decadente en la que las luces de colores dispersan nuestra atención, hacia la banalidad, donde nos ahogamos días y noches buscando un poco de aquello, que nos contaron se llama felicidad.
Creemos falsamente estar una tarde completa hablando con alguien a través de un aparato. Creemos falsamente que una multitud marcando un "me gusta" en lo que decimos o mostramos construirá nuestra reputación y nuestra autoestima.

La senil capa que cubre nuestro mundo nos hace creer que Whatsapp es un reemplazo idóneo para no tener que vernos las caras todos los días y comunicarnos igual, nos hace creer que podemos transferir sentimientos, emociones o cuidados a través de una pantalla cifrada en sistema binómico o una aplicación que bajamos de Play Store. Nos confunde hasta el punto de creer que internet acorta las distancias cuando sólo las aumenta más y más.

Una de las cosas más tristes de todo esto es que sentimos tener personalidad, plasmada en nuestra foto de perfil y demás imágenes que mostremos junto a nuestro nombre, que poco a poco, se convierte en vil plástico junto a todo lo demás que nos hace personas.

Dejamos de leer, de preocuparnos por estudiar o conversar con quien tenemos cerca porque un ruido incesante nos recuerda que alguien, en algún lugar, pensó en nosotros aunque sea el minuto y medio que le llevó escribir un mensaje en una pantallita para enviarlo, y nosotros, inmundas ovejas, nos vemos obligados a correspondérselo para que no nos coma la culpa de ignorar a alguien que según dice nos quiere y puede darnos la odiosa felicidad de plástico que nos da un te quiero escrito en fuente arial número 11.

De esa forma, perdemos nuestro tiempo, aplazamos nuestra vida y los sueños que alcanzamos con el estudio algunas horas, para seguir haciendo girar esta rueda viciosa que se extiende día a día contaminando a gente de todas las edades.

Es hora de comenzar a cambiar, aunque sea por nosotros mismos.