No sé cuantas veces tropecé ya caminando hacia él, ni hay manera de predecir cuantas veces más el sinuoso camino confundirá mis pasos. No sé cuantas cerraduras tuve que abrir ora con llaves forjadas, ora a fuerza, sudor y lágrimas para destrabar las puertas que me apresaban o abrir las ventanas que miran al cielo. Aún me sigue la herropea que me coloqué cuando en mis oídos sólo cabían canciones y mis ojos no veían más allá del reflejo en aquellas perlas azabache, pero sin dudas hoy puedo caminar, hoy puedo ser.
Quizás el sol no asome, pero yo me acercaré a él. Quizás las heridas dejen marcas, pero apreciaré la belleza de la cicatriz. Cuan imposible es volver el tiempo atrás, y cuan seguro me habré sentido para proponerme hacerlo. Hacerlo sin más, borrar el pasado, olvidar el sol.
Mi fuego no se había apagado, brilla aún, pero con diferente calor.