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domingo, 28 de julio de 2019

Cuando recuerde mi nombre,
recordaré mi cuerpo y mente,
recordaré que soy un hombre,
recordaré que vivo el presente.

Cuando recuerde mi nombre,
habré pensado que dormía,
sabré, sin que me asombre,
que he vivido en la agonía.

Es mi nombre una llave,
un proceso y un arcón.
Es mi nombre esa clave,
que hará trabajar la razón.

Cuando se haga pensamiento
el nombre mío que anhelo,
no habrá amor ni resentimiento,
pero tendrá mi desvelo
un merecido descanso,
cuando mi nombre vuelva al remanso
de mi consciencia,
de mi espíritu,
de mi recuerdo.

sábado, 27 de julio de 2019

Retrointrospección

Recuerdo el estridente ruido del conflicto, ahora, en medio del silencio que anhelaba.
Recuerdo rogar que mis heridas cierren, ahora que no sangran.
Recuerdo mirar con temor la frontera del mañana, ahora que vivo en futuros.
Son los halos del silencio ahora mi túnica de Neso, mi dama de hierro. Mi heridas cerradas un dolor que reverbera, y este futuro, impregnado de ayeres.
Quizás me engañe, y nada de lo que percibo sea sino una realidad velada, un pasado invertido en la línea.


¿Quién soy, entonces, si acaso he perdido mi voluntad primera?
¿Quién es el que acecha inadvertido tras los sauces del camino?
Quizás sea yo, en otro cuerpo. Tal vez el acechante sea yo mismo mirándome en el espejo.
Dudo, pero no dejo de caminar.

jueves, 25 de julio de 2019

Vade retro haze

Gran esfera celeste,
bóveda de dioses,
destino de mis plegarias.
Sea el soplo de tu aliento,
lo fuerte que no fui,
para arrancarme las vendas.
Sea tu luz tan brillante,
compañera de mis desvelos,
para iluminar el sendero
por el que debo caminar.
Tierra que piso firme,
enséñame de tu estoica permanencia,
tu que has presenciado y soportado,
tu que en silencio has perdurado,
ilústrame en la noche de mis lamentos.
Sean tus hierbas y regalos,
suficientes para sanar las llagas
que me ha causado el cruel Eros,
y den alivio a mi mente cansada.
Sean tus santas aguas tan puras,
para diluir en su seno el veneno
que la vil serpiente, con astucia y engaño,
inoculó en la matriz de mi espíritu.

Sea tu abrazo, magna tierra,
el refugio último del lamento
que pronuncian mis labios.
Permíteme así como Helios,
que cabalga orgulloso sobre Urano,
amanecer radiante y victorioso.

Envuélvanme aguas del Estigia,
derrama sobre mis sienes unas gotas
del diáfano Leteo,
que nos purifica de andanzas mortales.

Habré renacido, habré llegado.