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jueves, 21 de noviembre de 2013

Reflexión para el verano.

Muchas veces solemos pararnos frente a la vida como pidiendo a gritos que se nos sea subsidiada una cuota de felicidad tras una mala racha.
Lo cierto es que no hay llamas que no existan para esculpir, la espiritualidad que crece tras atravesar un infierno se plasma en nuestro accionar, en nuestro pensar, y en toda nuestra vida.
Todo el mundo sabe, por propia experiencia o ilustración, que el dolor y el sufrimiento son caminos absolutamente necesarios para crecer, y crecer, es absolutamente necesario para ser feliz.

Un crecimiento espiritual adecuado es, en mi opinión, la mejor forma de encontrarnos en paz con nosotros mismos y con el resto.

Encuentro una especial importancia, en encontrarnos en "paz con el resto". A menudo dejamos que nuestras mentes y almas se vean arrastradas por el designo de otras personas, cuestión por la cual solemos culpar a nuestro corazón, diciendo "Hago esto porque la/o quiero" "Hago esto porque lo/a odio".
Es momento entonces de hacer un párate. En esta instancia, ver a los ojos a los demás, y proponerles la paz en nuestro interior, declararnos independientes, dejar volar nuestras mentes bajo nuestros propios planes sin llenar cada vacío que encontremos con personas que drenen nuestra energía.

Salud.