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domingo, 22 de noviembre de 2020

Existen días en los que el sol puede brillar lo suficientemente fuerte para pasar a través de mi gruesa piel e iluminar el interior.
Habiendo luz es más fácil ver, es más fácil caminar sin caer en las hondonadas de la mente, allí donde el fondo puede ser muy duro, y el ascenso más que desafiante.
Existen otros días donde no hay siquiera estrellas en la noche del tiempo. Destellos engañosos se dibujan en el horizonte y al seguirlos se apagan, dejándome de nuevo descansando en el pastizal, a la espera del alba.
Hoy que mis poderes me abandonan, me pregunto si el camino se hace realmente al andar y si lo ya andado deja más que pies cansados, si los vientos dejan más que cabellos despeinados y si el sol obsequia con más que calor y fuego en la piel.
Me pregunto, en resumidas cuentas, cuanto más se le puede pedir al destino y mundo. 
Cuanto más se le puede pedir a quien camina.
Y cuanto más.

viernes, 20 de noviembre de 2020

Memento

Son solamente un par de soles más,
que debemos ver surcar el cielo,
para recibir la llave de los dioses.

Tan solo dos o tres veces, la luz de Selene
nos tocará el cabello de etérea plata,
y luego pondrá silencio a la orquesta.

Y llegado el momento del abrazo con lo inmenso,
miraremos hacia atrás, ya ciegos y sordos,
pero percibiendo, sólo allí, nuestra propia voz. 


jueves, 19 de noviembre de 2020

Ítaca, de Konstantino Kavafis

 Itaca


Cuando emprendas tu viaje a Ítaca

pide que el camino sea largo,

lleno de aventuras, lleno de experiencias.

No temas a los lestrigones ni a los cíclopes

ni al colérico Poseidón,

seres tales jamás hallarás en tu camino,

si tu pensar es elevado, si selecta

es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.

Ni a los lestrigones ni a los cíclopes

ni al salvaje Poseidón encontrarás,

si no los llevas dentro de tu alma,

si no los yergue tu alma ante ti.


Pide que el camino sea largo.

Que muchas sean las mañanas de verano

en que llegues -¡con qué placer y alegría!-

a puertos nunca vistos antes.

Detente en los emporios de Fenicia

y hazte con hermosas mercancías,

nácar y coral, ámbar y ébano

y toda suerte de perfumes sensuales,

cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.

Ve a muchas ciudades egipcias

a aprender, a aprender de sus sabios.


Ten siempre a Itaca en tu mente.

Llegar allí es tu destino.

Mas no apresures nunca el viaje.

Mejor que dure muchos años

y atracar, viejo ya, en la isla,

enriquecido de cuanto ganaste en el camino

sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.


Ítaca te brindó tan hermoso viaje.

Sin ella no habrías emprendido el camino.

Pero no tiene ya nada que darte.


Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.

Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,

entenderás ya qué significan las Itacas.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Lo sabés

No deben verse turbulentas,
las aguas que fluyen lentas.
Mis palabras son inocentes,
y sus ánimos, quiescentes. 

No recibí ataques, ni esgrimí
defensa alguna para mí.
No hay tal muralla eterna,
ni interpretación alterna.

Mis metáforas son fruto,
de un árbol sincero y bruto.
No serás una nube grande,
pero te veo allí donde ande.

Por tanto mis comparaciones,
no son tan descabelladas.
En palabras plasmo mis visiones,
disciplinadamente liberadas. 

No sé si has cambiado,
si algún quiebre en tu camino
si tanto te ha alterado,
alguna vuelta del destino.

No te recuerdo solamente,
de los días soleados.
Dando vueltas en mi mente,
también nos recuerdo peleados.

Recuerdo las agonías y miserias,
recuerdo berrinches e histerias.
Recuerdo caras tristes y serias.

Hay además otras sensaciones,
recuerdo alegrías e ilusiones,
demasiadas para hacer alusiones. 

No me acompañan imágenes ideales,
ni fantasmas, aunque no seas igual.
Son elementos puros y reales,
de nuestro universo, la energía residual. 

Reconstrúyase en paz y armonía,
sólo deseo que en tu cosmogonía
los cimientos sólidos te eleven,
y tus manos al paraíso te lleven. 


lunes, 9 de noviembre de 2020

Comienzan a soplar esas brisas,
que avisan la inminencia del verano.
Yo descanso envuelto en las flores
que he sembrado a mi paso.

La luz y la oscuridad hacen juegos,
tanto afuera como adentro.
Cada rayo da una sombra,
cada risa da un silencio.

Todo pasa afuera, todo pasa adentro.

Así el hielo más frío torna
en voraces llamaradas,
que finalmente se apagarán.

Todo pasa afuera, todo pasa adentro.

Nos vimos y cruzamos la puerta.
Pero uno quedó adentro,
y otro afuera. 

miércoles, 4 de noviembre de 2020

¿Fantasmas complementarios?

No importa el encono con el que me aventure a exegetar los símbolos a los que has dado forma de palabras, hay un velo que constantemente nubla la verdad tras el mensaje y me impide acceder a la toma de conocimiento.
Por supuesto, es tarde para sorprenderme (siempre ha sido así), pero puntual para alegrarme de saber que existo como una hoja al pie de tu árbol, como una gota en caída libre desde tu inmensa nube. 
De esa manera, algunos estamos hechos para pasar. Pero quizás algo de mí permanezca en las palabras con las que me expulsaste allí donde tus sentidos no llegan a encontrarme, pero tu memoria no pueda hacer más que intentar vislumbrar lo que se teje tras los bastidores en el panteón del pasado.


lunes, 2 de noviembre de 2020

El epílogo

A estas alturas ya perdí la noción del tiempo. Cada día se me dibuja como semana, y al mirar el calendario, descubro nuevamente que las horas pasan lento.
Dicho esto, no puedo precisar si ya han pasado tres meses, tres semanas o tan solo tres días desde que el filo de la guadaña atravesó mi corazón deshaciendo el hechizo de la bruja. Las heridas cierran, y he ganado la libertad. 
Ahora mismo mi mente está en paz, lentamente los recuerdos desaparecen y el veneno decanta y se elimina de mi sangre. La rehabilitación es exactamente como dijeron que sería, y esta vez estoy comprometido a, de una vez por todas, dejar atrás el ominoso destino de los falsos ángeles que abracé con fervor.
No juzgaré ni me juzgaré a mí mismo. He dado con pensar que todos somos responsables de nuestro destino, y ahora las heridas físicas y psicológicas que supuran uniendo sus bordes son nada más que los jeroglíficos con los que la sabiduría queda inscrita en mi piel y en mi mente. 
A veces es necesario cerrar el alma y el cuerpo, ocultarse como la flor durante la noche, regenerando en el secreto de sus pétalos su vitalidad y belleza para, cuando salga al fin el sol, volver a brillar.