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miércoles, 9 de junio de 2021

Carta a Kiel

 ¡Kiel, similar a los inmortales, de cabellos oscuros como la noche que presidió tu llegada al mundo! 

Como el verdor de las copas, maridando el trino de numerosas aves, anuncian con vigor el tiempo de primavera, así tus palabras me han anunciado ¡Ah, gallardo amigo caro! la llegada de una cálida brisa que acaricia lo más profundo de mi alma. Y he de contestarte con lo que creo preciso, sin reservar oscuridades en los rincones de mi espíritu.

Hace ya un tiempo no muy largo, mis sentidos que habían sido seccionados de raíz comenzaron a reconectarse, y nuevamente puedo percibir aquellas mínimas (y no tan mínimas) manifestaciones de energía que creí perdidas.

El hallazgo fue grato, pero como era de esperarse, al agudizar la percepción vi los defectos de aquello que parecía brillar.

No te niego que el recorrido sigue siendo duro, pero sin dudas es más sencillo transitarlo con los ojos abiertos. Obviedad que no entendí entonces.

Quizás fuera el más decisivo de mis pasos aprender y llenar mis manos de amor. Aún cuando todo parecía perdido, aún cuando creí fenecer, fue aquello lo que, encendiendo el cirio, alumbró el silencio. 

En aquel silencio suelo hundirme, indómito Kiel, cuando la turbación precede a mis palabras, cuando la locura toma el gobierno de mis obras.

Dará comienzo pronto el solsticio del que obtenemos nuestro poder, y confío en que saldremos mejores. No hay nada para basar esta esperanza, sólo la fe, pero ahora entiendo que quizás nunca existió otra cosa que la fe, y que nuestra fragilidad en el espacio puede ser desconcertante para nuestro poco entendimiento del universo.

Volveré tan pronto como cese aquel viento que me trajo.

Juan