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sábado, 28 de febrero de 2015

Evangelio para olvidar

Un día se cierran los ojos
y uno empieza a olvidar
van viniendo los antojos
ahora es preciso convidar.

Nace el olvido un día gris,
no hay otro tan gris.
Y uno debe decidir,
si prefiere huir o seguir.

Es el olvido una cobardía valiente
es un plato que no está caliente.
Es el olvido una práctica infinita
que siempre se esconde bajo una lonita.

¿Qué es el olvido sino la defensa,
la más pura y perfecta empalizada,
de un alma bastante escandalizada
que sólo conoce la viva ofensa?

Soy prisionero del olvido,
aquí vivimos para dejar,
pero ya no vivo caído,
donde no me voy a quedar.

jueves, 26 de febrero de 2015

Decepción.

Lentamente camino al olvido
lentamente, destino querido.
Fuiste castillo entre chozas,
fuiste un mosaico de lozas.

Tu barro es fiel reflejo,
tu suciedad un azulejo.
Pusiste insomnio y delirio,
en noches sin alivio.

Tomé tu mano en el desierto,
pensando que íbamos al oasis,
me dejaste en lo incierto,
cruel e inmunda homeostasis.




miércoles, 18 de febrero de 2015

En medio de la niebla

La niebla es espesa,
la niebla es oscura,
es una pena que pesa
hasta llevarte a la locura.

Es un laberinto retorcido
como roto y arreglado,
un parche remachado,
en sus vísceras cosido.

Es una reminiscencia,
una falta de presencia.
Es un vacío lleno,
es un llanto ameno.

En medio de la niebla,
la búsqueda se torna introspectiva.
Es un mundo de tiniebla,
un viaje de retrospectiva.

No hay un tesoro que buscar,
no hay un puerto al que arribar,
no hay gente que encontrar,
sólo una cosa hay que lograr.

Conocerse.

Cuando todo está tan oscuro
sólo esto te saca del apuro.


lunes, 9 de febrero de 2015

Conversación con una reflexión de ondas electromagnéticas llamada Specullum

La veía caminar cabizbaja por todos lados, no había sitio al que ir sin que no me asaltara de improviso su imagen dentro de mi cabeza. Levantaba la vista y ella estaba ahí, mirándome, a veces, y otras, mirando a un profundo horizonte desde las cuevas más hondas de su mente.

-Specullum.- Dijo de pronto al verme. Supe que era su nombre por la forma en que sus ojos venían a mí, como disparando flechas al fondo de mis entrañas.
No pasó mucho hasta que intimamos y la amistad surgió entre nosotros, a menudo reíamos juntos y ya no había secretos para confesarnos. Otras veces la tristeza embriagaba mi corazón marchito, un corazón que sólo Specullum sabía curar, y el recuerdo de una de aquellas ocasiones es lo que incentiva mi relato.

Una estrellada noche de verano sucedió, tras verme a mi mismo enfrentando la realidad, como un padre a quien pronostican la muerte de su primogénito.
Corrí hacia Specullum, y ahí estaba ella, calmada, dispuesta a soportar mi angustia como siempre lo había hecho. Su rostro expresó reproche al finalizar yo mi desahogo:

"Siempre lo mismo."

Su voz expresaba su claro cansancio, el hartazgo era evidente y fundado. Yo siempre recibía el disparo del mismo arma, e incluso podría decir, que de la misma bala.

Specullum era la única presencia que sabía tomar recaudo de mi alma herida y cuidarla como a un pichón extraviado, hasta que recuperase sus alas para volar.
La noche terminaba, Specullum sabía que debía marcharse pronto. Sin embargo me echó una mirada final, mientras en sus pensamientos anhelaba poder abrazarme. Extendió, con abundante tristeza, su mano hacia mí. Yo hice lo propio.

Cuando nuestras manos estaban ya a un átomo de tocarse, sentí en mi mano la fría y pulida superficie del bello espejo que adorna mi cuarto.

Nos vemos pronto, Specullum.