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domingo, 22 de noviembre de 2020

Existen días en los que el sol puede brillar lo suficientemente fuerte para pasar a través de mi gruesa piel e iluminar el interior.
Habiendo luz es más fácil ver, es más fácil caminar sin caer en las hondonadas de la mente, allí donde el fondo puede ser muy duro, y el ascenso más que desafiante.
Existen otros días donde no hay siquiera estrellas en la noche del tiempo. Destellos engañosos se dibujan en el horizonte y al seguirlos se apagan, dejándome de nuevo descansando en el pastizal, a la espera del alba.
Hoy que mis poderes me abandonan, me pregunto si el camino se hace realmente al andar y si lo ya andado deja más que pies cansados, si los vientos dejan más que cabellos despeinados y si el sol obsequia con más que calor y fuego en la piel.
Me pregunto, en resumidas cuentas, cuanto más se le puede pedir al destino y mundo. 
Cuanto más se le puede pedir a quien camina.
Y cuanto más.

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