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miércoles, 2 de julio de 2014

Dragando en los túneles del zen

Debo decir, que este último tiempo, los días han variado el animo de este servidor que escribe. Y digo "debo" porque se trata de mi propia vida la que está en juego tras estas palabras, quizás, si decidiese no expresarlas.
Mantener la propia vida es un deber, según Kant. Por lo que no flaquean mis palabras al dirigir estos discursos. 
Tras unas amplias horas de meditación, a razón de horas de escuela en las que no existo o esos momentos nocturnos en la cama antes de dormir, he supervisado las facetas de mi mente y, al fin, distingo a esos demonios que disputan en mi interior una lucha que, como toda guerra ha dejado bien sentado, deja marcas en el territorio. Marcas que sabemos -o más bien, tenemos una profunda esperanza- desaparecerán con el paso del tiempo.
Estos dos demonios que voraces arremeten uno contra el otro en la más silenciosa y letal de las batallas, claman ideas a viva voz que mi consciencia recibe y sufre. Si bien es común la indecisión, el miedo, la ansiedad, esta guerra es principalmente diferente. La resolución puede tardar en llegar y no sé de verdad cuantos heridos y afectados pueden llegar a existir en su trascurso. 
Los querellantes, por su parte, parecen no notar que esta confrontación está dejando un saldo grande, y no se detendrán -a ciencia cierta les digo- hasta que uno de ellos haya caído para siempre en el olvido.
¿Cuándo despejarán las negras nubes para dar paso al manto celestial del firmamento?
La respuesta está en los espejos, y el mensaje que transmiten. 

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