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domingo, 31 de agosto de 2014

Un cuerpo en el que habitar,
una mente poder utilizar
un yo para de a poco formar.

Ligeramente, como llevado por las invisibles y tiernas brisas que barren la tierra y arrastran las nubes, la mente debe dejarse llevar por la corriente de las brisas leves.
Las raíces le formarán una dura corteza, con la cual no podrá expandirse. Pero mucho viento la mareará.
Por eso la brisa, ingrávida y gentil, acariciará las mentes dichosas de sus sabios dueños.
Y cuando en tiempos donde la tierra viva cubierta por el incoloro manto perlado de la noche, aquellas mentes acariciadas por la brisa serán brillantes antorchas de guía para aquellos cuya llama se extinga con celeridad.
Mientras tanto, debe el cuerpo formarse como un templo de vigilia y serenidad para acoger al espíritu y la materia gris. Los huesos y músculos, ataduras terrenales y corpóreas, defenderán del acecho del mundo a nuestro débil espíritu.

Podés pelear contra mí, no me defenderé. Podés atacarme, lo evadiré. Pero jamás quitarás mi paz de su áureo sitio.

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