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jueves, 14 de agosto de 2014

El extraño y su impulso. Delirios.

Ahora estamos lejos, de hecho, siempre lo estuvimos; pero por alguna razón, solía pensar que nuestros espíritus llegaban a ser tan indefiniblemente cercanos el uno al otro que comencé a sospechar que estábamos juntándonos.

Sin embargo, no fue la realidad lo que percibí en aquel entonces, sino tan solo los delirios de una mente que adolece conforme a los mandatos biológicos (und psicológicos), sociales y culturales que esta edad propicia enormemente. Tal vez un mero impulso, desprovisto de toda planificación o estrategia, cobrase vigor entre las ideas y se lanzase, procaz proyectil propulsado y propiamente propicio, hacia el objetivo del anhelo de la mente que adolece.

Ese impulso imparable que desafía todo raciocinio frío y calculador, es el resultado de un estallido, de una unión paulatina de deseos y sueños que fraguan entre sí una energía en forma de impulso. Va creciendo, lentamente (y otras veces tan rápido que no dan tiempo ni a respirar), y se lanza embravecido.

Como dije, creía que estábamos iniciando un proceso de fusión, de unión entre nosotros y nuestros espíritus. Y al equivocarme, como creo haber referido antes, decidí entonces volverme un poco atrás. Recuperar los orígenes, pensar de nuevo, encarar proyectos que tal vez podrían revivir el deseo de volver a querer unir mi espíritu.


Te espero.

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