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lunes, 16 de junio de 2014

Un sitio para olvidarse de si mismo

¿De qué trata particularmente el "olvidarse de si mismo"? Es obvio que todos los seres humanos somos, en un principio, egoístas. Ya sea por nuestro instinto de supervivencia que nos impulsa a sobrevivir cueste lo que cueste, o nuestra consciente actitud envidiosa de pretender lo que no tenemos; siempre girando en el círculo del egoísmo.
Hay quienes sostienen, y con sobradas razones, que el egoísmo es una faceta inherente -más bien obligatoria- de un "triunfador" (las comillas quieren en este caso expresar que los puntos de vista sobre qué es un triunfador son demasiado variados, y aludo aquí a la acepción más generalmente difundida de un triunfador: Personas de alto poder de influencia o económico). Mas sin embargo, es preciso destacar si el egoísmo en su medida siempre es bueno, o existen ocasiones en las que nos debemos desprender casi completamente de él.
Antes de pasar a evaluar casos concretos, velemos sobre la generalidad.
¿Es el egoísmo necesario? Sin duda.
Me he planteado, e incluso mientras escribo esto lo hago, si una vida abnegada -despojada de todo egoísmo- puede realmente hacer feliz a alguien. Invariablemente uno se pregunta si darlo todo no conlleva el riesgo de dejar a uno un poco vacío, quizás, mientras que el egoísmo nos ata al deseo de recibir algo a cambio de todo, que nuestras acciones tengan claro interés, y este nos sea remunerado.

Entremos entonces en un sitio para olvidarnos de nosotros mismos y nuestras guerras. Abramos los ojos a la sociedad que nos rodea y dejemos de priorizar nuestros problemas -es más, olvidemos su existencia-, atendamos a los demás y dediquemos nuestro tiempo a pensar como ayudar mejor al resto y como servirles de forma más eficaz. Tal vez la felicidad sea eso, o tal vez no.

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