¿De qué trata particularmente el "olvidarse de si mismo"? Es obvio que todos los seres humanos somos, en un principio, egoístas. Ya sea por nuestro instinto de supervivencia que nos impulsa a sobrevivir cueste lo que cueste, o nuestra consciente actitud envidiosa de pretender lo que no tenemos; siempre girando en el círculo del egoísmo.
Hay quienes sostienen, y con sobradas razones, que el egoísmo es una faceta inherente -más bien obligatoria- de un "triunfador" (las comillas quieren en este caso expresar que los puntos de vista sobre qué es un triunfador son demasiado variados, y aludo aquí a la acepción más generalmente difundida de un triunfador: Personas de alto poder de influencia o económico). Mas sin embargo, es preciso destacar si el egoísmo en su medida siempre es bueno, o existen ocasiones en las que nos debemos desprender casi completamente de él.
Antes de pasar a evaluar casos concretos, velemos sobre la generalidad.
¿Es el egoísmo necesario? Sin duda.
Me he planteado, e incluso mientras escribo esto lo hago, si una vida abnegada -despojada de todo egoísmo- puede realmente hacer feliz a alguien. Invariablemente uno se pregunta si darlo todo no conlleva el riesgo de dejar a uno un poco vacío, quizás, mientras que el egoísmo nos ata al deseo de recibir algo a cambio de todo, que nuestras acciones tengan claro interés, y este nos sea remunerado.
Entremos entonces en un sitio para olvidarnos de nosotros mismos y nuestras guerras. Abramos los ojos a la sociedad que nos rodea y dejemos de priorizar nuestros problemas -es más, olvidemos su existencia-, atendamos a los demás y dediquemos nuestro tiempo a pensar como ayudar mejor al resto y como servirles de forma más eficaz. Tal vez la felicidad sea eso, o tal vez no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario