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lunes, 9 de junio de 2014

Colgando estandartes azules en la casa gótica

Señores, los pesares han terminado. Y con ellos, me temo, gran parte de la inspiración que recibía para mis sonetos y demás escritos.
Es una cosa irónica que sea la tristeza el principal motor de mi desenvolvimiento literario, cosa que me hace tan feliz. Pero me disculparán aquellos lectores que disfrutaban de lo que yo plasmaba con tanta dedicación acá-si es que existe o existió alguno-. Mas en la balanza, no puedo seguir sacrificando las horas de mi vida, las sonrisas de mis días para lograr una pluma bien afilada.
Quien quiera esté leyendo esto, sepa que aún en los más difíciles tiempos, en los más solitarios y abrumadores, es posible encontrar la serenidad y el bienestar pasando por un duro y largo proceso del cual salimos dándonos cuenta de algo muy particular: La felicidad no está con gente a nuestro lado. ESTA EN NOSOTROS MISMOS. 

Descúbranse, conózcanse, sepan qué les gusta y háganlo siendo como quieran. Mi consejo para ustedes hoy, es ese. Parecerá muy simple, pero a mí me costó aproximadamente uno o dos años sufriendo(*) para entenderlo y captarlo en toda su esencia.

Empero, me doy un espacio para reflexionar, la literatura siempre fue mucho para mí. Esa vieja aliada, única confidente leal durante mis días de pena, no puede ser desechada una vez dejé de necesitarla para ser escuchado, para expresarme. Hoy, más que nunca es cuando los versos y las prosas se convertirán en parte permanente e imborrable de mi alma y mente. Siempre y cuando la musa que inspira a los escritores se pose en mi ventana, trasmitiré todo lo que ella me diga entre cantos y susurros apenas perceptibles.

Un abrazo para todos, y gracias por tomarse un tiempo para leer.

Ivicci Ingram


(*)sufriendo: Aquí valga el drama poético, la pasé mal, como creo muchos lo han pasado. No considero mis desdichas mucho más crecidas que las de nadie.

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