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miércoles, 17 de septiembre de 2014

Realmente necesitamos hablar.

La bestia de fuego, aquella que durante la noche se hace demonio y calcina los frescos pastos de mi conciencia, crece desmesuradamente, tal vez a un ritmo más acelerado que su oponente, la bestia del agua.

Cierta es mi preferencia por la bestia del agua, pero ¿Será esta preferencia la responsable del desnivel?
¿Soy realmente lo que quiero ser o lo que una mente más interna que mi consciencia me obliga a ser?
¿Cuál es el origen de ambas bestias?

No quiero ser consumido por ninguna de las dos.

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