Me sirvo el néctar
en la copa del silencio,
bebo en los rincones,
en los que estabas vos.
Me interrumpen voces y sonidos,
de personas que llaman al teléfono.
Diáfana la sombra avanza,
y bebe conmigo de la misma copa.
Me abrazo a los despertares,
quiebro los ocasos trastornados.
Conozco la victoria y, enseguida,
encuentro la derrota.
Otra copa de silencio,
llena del deshielo ocular.
Las sombras retroceden,
solo hay claridad.
Me aferro a la alegría del encuentro,
al tráfico de almas que propone la materialidad.
He olvidado quién era y a donde iba,
pero me lo han recordado hoy.
La noche termina,
dejo la copa.
Un alma grita en ruido rosa,
y la mía está besándola.
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