No importa cuánto te busque,
en los confines del planeta.
Tu lugar es la espesura insondable,
del alma que llevo dentro.
Recordarte es abrir lo profundo,
hundirse en la insensatez y lo sensorial,
morir en carne y existencia,
y abrazar el silencio vacío de lo que queda.
A donde sea que vaya la materia,
ya no la seguirán mis sentidos,
el amor se encapsula y guarda dentro
allí donde está lo importante.
En aquel lugar las estrellas se fusionan
con la esencia oscura que tiñe tu efigie,
iluminan carnes llenas de heridas,
y finalmente las reparan con su luz.
Elijo creer que has sido la fragua,
que valiéndose del golpe de martillo,
la abrasión intensa del fuego,
y el frío abrumador del agua,
moldeó finalmente esta égida
y esta sarisa,
que al conectarse con lo profundo del silencio,
y la luz de las estrellas,
serán mis manos, para alcanzar el infinito.
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