Dulces arenas del tiempo,
moviéndose hacia la fosa,
llevándose consigo cada cosa,
cada persona y momento.
El aire lentamente se vuelve rosa,
la vida no es perfecta, pero hermosa,
la oscuridad se retira lentamente,
y el silencio queda remanente.
La paz y belleza se amalgaman,
y forman coronas en mis sienes,
de ambrosía que los ángeles aman,
de sinfonías que todo calman.
Miasmas ominosos e infernales,
que se vuelven carne en un hombre,
ahora que he cerrado los portales,
se retiran ante la primera lumbre.
Al final de la convalecencia, limita,
tras la extirpación grosera y violenta
de la enfermedad de Afrodita,
la fosa donde la arena cae, lenta.
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