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miércoles, 3 de julio de 2013

Hikari (光) I - II

I
El suave arrullo de su respiración que cuan bosque agudiza mis sentidos, su fragante desliz de un crimen que se concreta en porciones de vidrio sobre el pavimento. El brillo que el sol brinda a los espejos en el el alba y que les quita el ocaso.
Su rostro que angelical regalo de los dioses mora en nuestra tierra plasma sobre los seres la alegría, la paz interior, el espíritu renovado de un alma grata.
El buscador, aquel innato descubridor de cosas y observador constante, ha encontrado a su Diosa.

II
Ella, un ave que razando el cielo reverberó su graznido en el mundo. Su calor derritió las paredes del frío pánico interior. Sus plumas acariciaron la áspera conciencia de mi soledad, su corazón destruyó las torres del odio.
El ave se posa sobre su nido y observa orgullosa.
Mi posición ella captó y su mundo siguió, el mío cambió.
Los colores de su cuerpo que cuan arco iris pintan el cielo como un halo de lujuria y ternura infinita. Se eleva y desciende como los párpados de un ojo dolido.
Su vuelo se transcribe como un cristal de agua cuyo movimiento esparce perlas brillantes sin un ápice de perturbación, carentes de amparo, reluciendo sus facetas.

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