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jueves, 11 de julio de 2013

Agujas

El susurro secreto del filo punzante, agujas arraigadas que se clavan en el corazón haciéndolo sangrar como fiera sufrida bajo el torrencial azote de una lluvia de disparos propinada por el cazador.
El pánico de permanecer secreto, sin hablar, tragar y conservar la congoja hasta que nada más queda dentro de uno sino agonía.
La destrucción y la devastación que como hallarse en desolado páramo, nos pierde.
Ésta es la proclama de mi final, señores.
Un final que dará comienzo a otra cosa, o un final que cuan libro, sólo invitará a la reflexión sin fundamento.
Aquí, atravezado directo en el centro por agujas envenenadas, agujas de hielo, escribo las palabras del final.
Lo que se dio, se termina, como ave que atraviesa el cielo con sus guadañas escondidas, todo pasa.
Pasa como cristalina agua rozando la catarata, como la ardiente lava bordeando el volcán. Lentamente, con violenta merced, termina.
Luces que se apagan, telón que se cierra, espectadores que se retiran. Es tan solo el efecto de las agujas que osadas hirieron el corazón.
Con los arietes indicados se puede tirar abajo hasta el más férreo y poderoso castillo. En mí, los arietes son agujas, y el castillo es mi alma.
Viviendo siempre a expensas del viento, a la intemperie del bienestar colectivo transcrito como un servidor de la sociedad.
Tu fuiste mi inspiración, lejana... Tu fuiste mi cómplice, apartada... Tu fuiste mi mano derecha, hundido..
Todo fue un aguja, cuya fiera punta abrió gélida las compuertas de mi ser, a razón de la inmortalidad de un abrazo, tan espantoso como la bóveda del infierno.
¡Adiós!

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