Perece mi alegría a la constancia de tus credos
Perece mi futuro entrelazado en mis miedos
Cuan apóstol sigo tus huellas
Cuan mártir mis años resuellas
Cuan vencido entregado a mis querellas
¿Vanse tus ojos al horizonte, desprendiéndote de todo, como siguen mis ropas la morfología de mi cuerpo? ¿Acaso ya no existe el reparo, la brecha, o el desencuentro?
No es motivo de dolor la definición, el concepto de tu partida. Es dolor la incertidumbre, es dolor la duda. ¿Volverás? ¿Ha de esperarte, penosa alma la mía, durante muchos años más?
Dame una pista incierta, y mi alma, rastrera mendiga, la seguirá hasta los confines pues, desobediente a la razón, escapa del animo consciente y nos ahoga en el peor de los abismos creados por la duda, el apego, y tal vez, el hábito de querer.
Sea entonces mi plegaria a ti, si tu partida es irreversible, aprieta ya ese gatillo y no suspendas el arma frente a mí, pues más dolor me trae el dudar, que el que me trae conocer.
No es motivo de dolor la definición, el concepto de tu partida. Es dolor la incertidumbre, es dolor la duda. ¿Volverás? ¿Ha de esperarte, penosa alma la mía, durante muchos años más?
Dame una pista incierta, y mi alma, rastrera mendiga, la seguirá hasta los confines pues, desobediente a la razón, escapa del animo consciente y nos ahoga en el peor de los abismos creados por la duda, el apego, y tal vez, el hábito de querer.
Sea entonces mi plegaria a ti, si tu partida es irreversible, aprieta ya ese gatillo y no suspendas el arma frente a mí, pues más dolor me trae el dudar, que el que me trae conocer.
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