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domingo, 17 de noviembre de 2019

Santuario

La neblina, espesa y silenciosa,
que ponía un velo sobre mis ojos,
se ha levantado.
El metálico murmullo estentóreo,
también se ha disipado,
y ya no vence a mis oídos.
La neblina, el murmullo,
ahora son mis escudos.
Puedo mirarme y oírme,
como antaño sabía hacer.
Me reconozco nuevamente,
busco y sano las heridas,
que quedaron de la batalla.
Aquí en mi santuario,
donde las garras de sombras,
no tienen ningún poder.
En este sanctasanctórum,
que es espacio, y también tiempo,
que existe como causa, y como consecuencia,
el dolor y marcas de la lid ceden,
lentamente, con tezón y perseverancia,
preparando el terreno, dejando todo listo,
para la próxima vez.

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