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jueves, 14 de noviembre de 2019

Cruzados

Hace poco tiempo,
nuestras vidas coincidieron.
Al principio eras un reto,
un cambio, animarme,
eras una extraña que alteraba mis días.
Con el paso de los días,
tus silencios eran los míos,
nuestras miradas cobraron sentidos diversos,
y aprendimos a querernos.
Aprendí yo a abrirte mi alma,
a agasajarte y hacerte feliz.
Y mientras te hacía feliz,
sosegabas con tu sigilo
este corazón herido.
Sos la constante, la otra en mi casa,
sos la razón y la calma, la respuesta
cuando ya no quedan preguntas.
Tu rostro busca el mío,
y mis manos y pies.
Diciéndome miles de cosas sin una palabra.
Sin un sonido.
Tu llegada a mi vida rompió esquemas,
y diagramó otros mejores.

Llegaste, y creí que yo iba a cuidarte,
ahora me doy cuenta,
que la que me cuida sos vos.


(Para la Monseñora Miharu)



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