El brillo era diferente aquella vez,
como la misma persona, en otra tez.
Descubrí el grito aturdido en un silencio.
Tus pueriles ojos emitían culpa,
temor, pena, u otra penosa tulpa.
Sólo paroxismos que presencio.
Temías mi alma
el resplandor te cegaba.
Me quitaba y me daba,
gloria, alimento y calma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario