Cuando se amontonen nubes negras,
cuando el espeso miasma oblitere
las vías del diáfano aire.
O cuando la sierpe del demonio
sujetándote por el cuello libe tu vida,
pronuncia estas aladas palabras,
llevando tu mente hacia tu espíritu,
y poniendo a trabajar la memoria:
"Ahora me tengo a mí".
Has de repetirlas invocando las lágrimas,
que has vertido cuando huías,
cuando dejabas atrás aquellos rostros,
con los restos de tu corazón en las manos.
Las repetirás pidiéndo a tu piel,
que rememore los golpes,
pidiendo a tus ojos que recuerden la imagen,
de los que han llorado por vos.
Que regresen a tu consciencia las manos,
que atadas, rompieron sus cadenas
y a tus oídos regresen aquellas palabras de desprecio.
Dilas por lo bajo, y que reverberen en todo tu cuerpo.
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