Sus ojos se posaron en el horizonte, esa línea entre cielo y tierra que a menudo nos lleva a imaginarnos la Tierra como un globo dentro del cual nuestras vidas transcurren en su ínfimo e imperceptible camino, siempre tan vano y fútil.
Tras recorrer por última vez la línea de árboles que emergiendo de la tierra se lanzaban a recortar el cielo, suspiró levemente y se dejó envolver por la belleza del mundo, que en ese mismo instante, le besaba los labios.
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