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miércoles, 16 de abril de 2014

¿Cómo purifico mi alma?

Cuando cierro los ojos veo, como en un museo, exhibidos todos mis miedos, veo colgados en las paredes mis dolores, cada cosa que me tortura se alza en un pedestal y luego se vuelve a lo inevitable: El propio sufrimiento.
¿Cuál es entonces, la vía para purificar un alma?
Es utópico y demasiado idealista pensar en derrocar mis miedos, o tirar al fondo del abismo la tortura que sostuvo mi cansado espíritu durante este tiempo, que ya tan largo se hace, mientras mis ojos se enfrían, mis lágrimas se secan, pero ya no quiero mirar.
Ya no quiero reír, ya no quiero llorar, ya no quiero hablar.
Tal vez como abstraído de esto se halle ese pobre niño que, dicen, todos llevamos dentro. ¿Pero qué más da? Si vivía, ya no querrá hacerlo dentro mío.
Sin embargo, necio sería pensar que la vida, que Dios y los azares del infortunio fueron los culpables de mi desgracia. Señores, he perdido el camino.
Como un rayo desciende e impacta la superficie, se forman nubes de tierra y polvo que mucho tardan en reubicarse en el suelo, la confusión es grande.
¿Han sido mis malas decisiones las que cavaron mi tumba? ¿Ha sido mi corta sabiduría? ¿Debo culpar a mis aspectos físicos? No sé si hacerlo, y mientras tanto, vuelvo a reincidir. Como un piano que repite una nota hasta volverse gris y dejar de ser oído, así estoy yo.
¿Cómo purifico mi alma?
Una vía de penurias, una vida de aceta o una pobre belleza en el fondo de algún lienzo sin pintar.
¿Cómo purifico mi alma?
Un aislamiento, un conocimiento, una senda de pura sapiencia desertada del mirar y del sentir.
¿Cómo purifico mi alma?
Con una canción, una poesía y un vozarrón. Con la pelea, con el whisky y el tabaco.
¿Cómo purifico mi alma?
Con libertad, esperanza, y tal vez, una copa de vino.
¿Cómo purifico mi alma?
Sea con paz, con estoicismo y un objetivo.

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