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domingo, 10 de septiembre de 2017

Vuelo de ave

Hace mucho que este viento no helaba como esta noche, no recuerdo cuando fue la última vez que mi mente difuminó su entramado de pensamientos y se permitió navegar en los confines de la ausencia y la turbidez, dejándome al desnudo acecho de los depredadores sanguinarios que se arrastran bajo sus sombras.
Hace tiempo había decidido terminar con todo lo concerniente a la existencia, había decidido ser la llama de la vela que el viento sopla, descuidado, o quizás no entendiendo la importancia que un mortal puede darle a su efímero pasaje por esta organizada entropía atómica.
Siento el frío sobre mi piel, luego dentro de mis entrañas, y finalmente me uno a él.
Pero ya no soy el mismo, ni mi llama se agita con la delicadeza de la vela.
Envuélveme nuevamente en el mutis de mi conciencia, gélido vendaval. Muéstrame las abstrusas ideas que significaron mi ruina. Háblame de lo inescrutable, del abandono, de los que acarician con la diestra y se condenan al último círculo con la zurda.
Paséame de nuevo por los símbolos que hay en mi cuerpo y deseo ignorar, los que hay en los suyos.

Juega con ella y su semblante de hierro, su sonrisa que esconde sátiros y dríadas maléficas, y su mirada que atraviesa la carne.

Erra conmigo recordando a aquel que prometía vida sembrando dudas, de quien anhela la luz y el brillo del oro oxidando con lágrimas su propia alma.

Mírame y revélame qué será del que pregona ideales fantásticos pero viste mis atuendos, come mi comida y habla mi lengua.

Recorre las galerías donde ella pasea y pinta su universo ideal, un atisbo de realidad la ciega y promete destruirlo. Para seguir pintando su utopía.
Envuélveme, te digo, corriente de niebla, arráncame la piel y únete a mi baile.
Mi luz volverá.-

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