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jueves, 16 de julio de 2015

El sitio vacío

Cuando despierto cada mañana,
suelo dirigir mi atención ahí.
Ese sitio, que, con saña,
continúa vacío, siempre ahí.

No hay momento en el que el sol,
deje de echar luz sobre aquel rincón.
Viran sus colores cuan tornasol,
se desplaza de la cocina al balcón.

Me tortura durante las noches,
ese sitio que no admite derroches.
Y durante el día me persigue,
hasta que liquidarme consigue.

"Es sólo un lugar, un espacio"
pero consolarme es vano.
Aquel lugar me mata despacio,
borra de mí aquello más sano.

No encuentro donde huir,
siento que me acompañará hasta morir...
¿Será que el sitio está dentro de mí?
¿Será que siempre estará para mí? 

La respuesta parece llegar de improviso,
y así como llega, se va sin previo aviso.
El sitio es una duda que me condena perdurando,
es como un monstruo que va madurando.

Sitios repletos veo al caminar por la calle,
sitios repletos y de cualquier talle.
Parece como si se llenaran de cualquier cosa,
pero hay algo, no saberlo me acosa.

La noche odia los vacíos, en son de su naturaleza.
Y así castiga a quienes ofenden a su oscura Alteza,
cuando dejan ese espacio vacío,
sin llenarlos ni con una gota de rocío.

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