Cuando las voces de los que importan
son nubladas por el veneno de los que sobran,
perece mi alma.
Aprehendo y desaprendo las mismas ideas,
y caigo en la redundancia de crecer,
involucionando.
Llevo mis ojos al sol, me alimento de él,
pero pronto me encandilo, y vuelvo
a la oscuridad.
Cuanto más alta es la montaña que escalo,
más fuertes se vuelven mis pies, para el valle,
que luego desciendo.
Tropiezo con una piedra y permanezco,
agazapado a su lado, estudiando sus vértices,
que se clavan en mis ojos.
Me encadeno a las contradicciones, busco
el llanto en la risa y la risa en el llanto,
y termino cayendo.
Sorda mi voluntad ante la gente que habla,
hipersensible al silencio, cuando crecen las sospechas,
contradicciones.
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