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miércoles, 9 de diciembre de 2015

Volver a vivir.

Abandonando, aunque jamás del todo, el tono poético, decido comenzar con lo que pretende ser una sinopsis, un resumido balance, de un año de tanta carga emotiva, espiritual y racional.

Estos tres elementos, que han recubierto mi año con matices renovadas, tienen a su vez, cada uno, lo que podría convertir en una exagerada verborrea si se me diese lugar, pero como aclaré anteriormente, estamos en un resumen.

Encuentros y desencuentros, aprendizajes y desaprendizajes que vuelven a reconstruirse con formas más áureas, tantísimos momentos que apadrinaron epifanías de todo color; en fin, crecer y crecer.

Han sido innumerables las nuevas percepciones no solo de índole académica, sino también de tópico
 interpersonal e intrapersonal, que han dotado de explicaciones concienzudas a muchos eventos que antiguamente creía inconsistencias de la adolescencia.

Qué hermosos y conmovedores los caminos de la madurez y el cambio. Sentirse un tallo que lentamente, valiéndose del sol, se convierte en corteza. Hoy puedo afirmar que aún las cosas que no se han ido, han cambiado.

Celebro la diferencia, la elevación del espíritu y la belleza de las proporciones. Existe y existirá en mi una profunda gratitud a aquellos y aquellas que han aportado un pequeño (o gran) retoque a este ser que no para de construirse y remodelarse con los encuentros y conocimientos nuevos.

¿Qué sigue? La eternidad. ¿Será bueno? Veritas temporis filia.

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